¡Buen día! ¿Cómo están? Nosotros felices de andar por aquí
nuevamente. Hacía rato que queríamos dedicar un poquito de nuestro tiempo al
aporte de herramientas o, simplemente, información, que nos permita bajar un
cambio en la rutina y atender a los más pequeños de la casa. Pero atenderlos
desde un lugar diferente al cotidiano e inmediato, desde un lugar distinto a
llevarles la leche a la cama y mimosear, salir a jugar o comprarles el juguete con
el que insisten hace tiempo. Sino atenderlos desde la escucha activa cuando
algo les pasa y que, desde la inocencia de la niñez, no encuentran la forma de
transmitirlo.
Son “chiquitos”. Pero son personas. Y aunque creamos que sus
preocupaciones pasan simplemente por jugar, ellos también atraviesan situaciones
que generan cambios en sus estados de ánimo y, por ende, repercusiones en
distintos ámbitos de su cotidianeidad. ¿Y saben qué? Esas situaciones, muchas
veces, son generadas por nosotros, los adultos, al creer que “no entienden” o
“no escuchan porque están entretenidos jugando” y hablar/opinar delante de
ellos sobre cuestiones que también los atraviesan.
La perspectiva de género, por ejemplo. ¿Cuántas veces reproducimos estereotipos de roles a
través de regalos, mensajes, acciones o propuestas de juegos? Seguro que muchísimas,
porque como padres, madres, familias y sociedad, estamos atravesados por
preconceptos, expectativas y mandatos sociales que muchas veces no se condicen
con los deseos de nuestros niñas y niños. Además, existen muchas creencias
fuertemente naturalizadas acerca de cómo ser niño, niña, varón y mujer.
¿Es algo natural que muchas niñas elijan el color rosa para
vestirse? ¿Los niños nacen amando jugar al fútbol? ¿Las mujeres hemos nacido
para cuidar hijos/as y los hombres para trabajar fuera del hogar? Estos
interrogantes hay que pensarlos partiendo de la base de que no es lo mismo sexo
que género, y así intentar (y decimos intentar porque aún
queda mucho por trabajar y es un laaaargo proceso) desnaturalizar ciertas
cuestiones.
Cuando hablamos de sexo hacemos referencia a las
características biológicas de hombres y mujeres. Pero el concepto de género,
por su parte, refiere a los rasgos que cada sociedad asigna a las mujeres y los
varones, a las niñas y los niños, y que no depende del sexo biológico sino de
las costumbres de una determinada cultura.
Tenemos que saber que los primeros años de vida de una persona son
constitutivos a nivel biológico, cognitivo, social, emocional y psicológico. En
esa etapa se construyen nuestros esquemas y estructuras a través de los cuales
miramos el mundo, y de ellos derivan las creencias (atravesadas por las
creencias parentales, sociales y culturales) que nos permiten asignar un
significado específico a todo lo que vivimos. Por eso es muy importante que
tengamos cuidado al momento de hablar delante de los más “chiquitos”, pues
nuestras opiniones y creencias las vamos imprimiendo en la constitución de sus
esquemas y condicionando así su libertad de expresión.
Veamos qué pasa con los juguetes. ¿Todas las niñas quieren jugar
con muñecas y los niños con autos? No siempre. Para repensar estas cuestiones y
nuestra postura como papás y mamás, proponemos la lectura en familia del cuento
“Barbie & Milo. Una historia de amor”, de Kari Tinnen y Mari Kanstad Johnsen, Editorial:
Niño.
La historia continúa en un ida y vuelta entre
Milo y los juguetes que su papá le ofrece, pero, finalmente, llega a un final
feliz... ¿Para quién? Para Milo. Y eso es lo que importa.
Está historia expone un claro cruce
entre el temor a ser diferentes y la aceptación. Pero, temor y aceptación, ¿de
quién? De nadie más que de los adultos.
Este cuento nos permite pensar,
desde una perspectiva de género, los mandatos asignados a los roles de
varón/mujer, vivir la construcción de nuestras identidades de género con
libertad, valorar la diversidad y promover relaciones de equidad. Abre, además,
la posibilidad de entender la presión social que indica que las niñas son, por
ejemplo, tiernas y delicadas y, los niños deben ser fuertes (física y
psíquicamente), valientes, fríos, brutos, etc.
Por otro lado, nos permite revisar
un detalle tan cotidiano como lo son los regalos que elegimos para las
infancias, queriendo o no, muchos de ellos de estereotipos en los roles.
Tenemos que considerar que lo más importante a la hora de elegir
juguetes es que los mismos sean creativos y seguros, adecuados a la edad y
estimuladores de la participación y la imaginación. Poniendo nuestro granito de
arena y partiendo de esto, lograremos como adultos ir modificando una
construcción social que está muy arraigada, que condiciona la vida a futuro de
los más “chiquitos” y que reproduce, de algún modo, la discriminación.
Nos invito a pensar y repensar nuestras posturas, respuestas y
elecciones para con nuestras hijos/as, ya que somos los principales responsables del ejercicio de los derechos de
nuestros niños y niñas, aunque al mismo tiempo, somos quienes truncamos sus
deseos y ponemos límites y barreras en sus elecciones y decisiones. Qué
ambigüedad, ¿no?
Ustedes, ¿cómo atraviesan el reconocimiento de la perspectiva de género con sus chiquis? ¿Cuál es su posicionamiento al respecto?
¡Nos leemos!