Reconocer la perspectiva de género

octubre 13, 2020

 


¡Buen día! ¿Cómo están? Nosotros felices de andar por aquí nuevamente. Hacía rato que queríamos dedicar un poquito de nuestro tiempo al aporte de herramientas o, simplemente, información, que nos permita bajar un cambio en la rutina y atender a los más pequeños de la casa. Pero atenderlos desde un lugar diferente al cotidiano e inmediato, desde un lugar distinto a llevarles la leche a la cama y mimosear, salir a jugar o comprarles el juguete con el que insisten hace tiempo. Sino atenderlos desde la escucha activa cuando algo les pasa y que, desde la inocencia de la niñez, no encuentran la forma de transmitirlo.

Son “chiquitos”. Pero son personas. Y aunque creamos que sus preocupaciones pasan simplemente por jugar, ellos también atraviesan situaciones que generan cambios en sus estados de ánimo y, por ende, repercusiones en distintos ámbitos de su cotidianeidad. ¿Y saben qué? Esas situaciones, muchas veces, son generadas por nosotros, los adultos, al creer que “no entienden” o “no escuchan porque están entretenidos jugando” y hablar/opinar delante de ellos sobre cuestiones que también los atraviesan.

La perspectiva de género, por ejemplo. ¿Cuántas veces reproducimos estereotipos de roles a través de regalos, mensajes, acciones o propuestas de juegos? Seguro que muchísimas, porque como padres, madres, familias y sociedad, estamos atravesados por preconceptos, expectativas y mandatos sociales que muchas veces no se condicen con los deseos de nuestros niñas y niños. Además, existen muchas creencias fuertemente naturalizadas acerca de cómo ser niño, niña, varón y mujer.

¿Es algo natural que muchas niñas elijan el color rosa para vestirse? ¿Los niños nacen amando jugar al fútbol? ¿Las mujeres hemos nacido para cuidar hijos/as y los hombres para trabajar fuera del hogar? Estos interrogantes hay que pensarlos partiendo de la base de que no es lo mismo sexo que género, y así intentar (y decimos intentar porque aún queda mucho por trabajar y es un laaaargo proceso) desnaturalizar ciertas cuestiones.

Cuando hablamos de sexo hacemos referencia a las características biológicas de hombres y mujeres. Pero el concepto de género, por su parte, refiere a los rasgos que cada sociedad asigna a las mujeres y los varones, a las niñas y los niños, y que no depende del sexo biológico sino de las costumbres de una determinada cultura.

Tenemos que saber que los primeros años de vida de una persona son constitutivos a nivel biológico, cognitivo, social, emocional y psicológico. En esa etapa se construyen nuestros esquemas y estructuras a través de los cuales miramos el mundo, y de ellos derivan las creencias (atravesadas por las creencias parentales, sociales y culturales) que nos permiten asignar un significado específico a todo lo que vivimos. Por eso es muy importante que tengamos cuidado al momento de hablar delante de los más “chiquitos”, pues nuestras opiniones y creencias las vamos imprimiendo en la constitución de sus esquemas y condicionando así su libertad de expresión.

Veamos qué pasa con los juguetes. ¿Todas las niñas quieren jugar con muñecas y los niños con autos? No siempre. Para repensar estas cuestiones y nuestra postura como papás y mamás, proponemos la lectura en familia del cuento “Barbie & Milo. Una historia de amor”, de Kari Tinnen y Mari Kanstad Johnsen, Editorial: Niño.

“Llegó el cumpleaños de Milo y su papá le propone que pueda elegir su propio regalo.
Milo es un niño que sabe muy bien lo que quiere, pero se da cuenta que aquello que tanto le gusta y anhela, a su papá y a su entorno, no les gusta. Él se muestra seguro y decidido en su elección, mientras su papá no deja de cuestionarlo. Este adulto mira de reojo y con vergüenza a la gente que está en la juguetería…” 

La historia continúa en un ida y vuelta entre Milo y los juguetes que su papá le ofrece, pero, finalmente, llega a un final feliz... ¿Para quién? Para Milo. Y eso es lo que importa.



Está historia expone un claro cruce entre el temor a ser diferentes y la aceptación. Pero, temor y aceptación, ¿de quién? De nadie más que de los adultos.

Este cuento nos permite pensar, desde una perspectiva de género, los mandatos asignados a los roles de varón/mujer, vivir la construcción de nuestras identidades de género con libertad, valorar la diversidad y promover relaciones de equidad. Abre, además, la posibilidad de entender la presión social que indica que las niñas son, por ejemplo, tiernas y delicadas y, los niños deben ser fuertes (física y psíquicamente), valientes, fríos, brutos, etc.

Por otro lado, nos permite revisar un detalle tan cotidiano como lo son los regalos que elegimos para las infancias, queriendo o no, muchos de ellos de estereotipos en los roles.

Tenemos que considerar que lo más importante a la hora de elegir juguetes es que los mismos sean creativos y seguros, adecuados a la edad y estimuladores de la participación y la imaginación. Poniendo nuestro granito de arena y partiendo de esto, lograremos como adultos ir modificando una construcción social que está muy arraigada, que condiciona la vida a futuro de los más “chiquitos” y que reproduce, de algún modo, la discriminación.

Nos invito a pensar y repensar nuestras posturas, respuestas y elecciones para con nuestras hijos/as, ya que somos los principales responsables del ejercicio de los derechos de nuestros niños y niñas, aunque al mismo tiempo, somos quienes truncamos sus deseos y ponemos límites y barreras en sus elecciones y decisiones. Qué ambigüedad, ¿no?

Ustedes, ¿cómo atraviesan el reconocimiento de la perspectiva de género con sus chiquis? ¿Cuál es su posicionamiento al respecto?

 ¡Nos leemos!

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